Palmira, la ‘bella durmiente’ del desierto
Envueltas en una capa dorada de arena, las ruinas de esta majestuosa ciudad oasis siria hechizarán a cualquier viajero.
Situada a 215 kilómetros de Damasco, Palmira, la reina del desierto, alza sus majestuosas columnas desafiando al tiempo. Mezclándose con el color dorado de la arena, emergen los vestigios de este oasis en la mitad del desierto sirio, a la manera de un espejismo. Su monumentalidad y su resplandor hablan de antiguas épocas de gloria, cuando Palmira se encontraba en la encrucijada de la famosa Ruta de la Seda. Lugar de intercambio comercial entre Occidente y Oriente, era la ciudad más rica y suntuosa de este camino que vinculaba la antigua capital china de Sian con el Mediterráneo. Sus ruinas espléndidas son el testimonio de la grandeza y riqueza que la ciudad conoció en aquel tiempo. En este oasis de tranquilidad, es hoy en día difícil imaginarse el flujo incesante de caravanas cargadas de todo tipo de tesoros que animaban la ciudad de Palmira en su apogeo. El esplendor de esa época ha quedado reducido a algunos camellos —cuyos propietarios proponen sugerentes paseos a los turistas— y a una multitud de vendedores de baratijas que persiguen tenaces sus ventas en al menos cinco idiomas. Gran almacén del mundo, esta ciudad-estado adquirió su opulencia y grandeza gracias a los altos aranceles con los que se gravaban las mercancías.
Punto estratégico del comercio
Palmira, llamada ciudad de las palmeras por los romanos, aparece mencionada en la Biblia como Tadmor —ciudad de los dátiles—. Es bajo el Imperio Romano cuando este centro cosmopolita y próspero se convirtió en un punto estratégico como vía ineludible para el comercio entre el Mediterráneo y Oriente. Provincia romana desde el siglo I, contaba con 200.000 habitantes, mientras que Roma tenía un millón. Pero es sin duda en el siglo III después de Cristo, bajo el reinado de la mítica Zenobia, viuda del gobernador Odenato, cuando Palmira brilló con todo su esplendor. La leyenda dice que, cuando nació Zenobia, hija de ricos beduinos, un meteorito cayó en la Tierra provocando la aparición de una fuente de agua en mitad del desierto. Este acontecimiento le valió el nombre de Zenobia, que significa ‘Don de Dios’. El milagro de la fuente hace sin duda referencia a Palmira, la ciudad oasis en pleno desierto, cuya reina Zenobia se atrevió a enfrentarse con el todopoderoso Imperio Romano. La temida guerrera de legendaria belleza quiso hacer de su reino su propio imperio. Aprovechó el debilitamiento de Roma para expandirse hasta Asia Menor y Egipto. Su ambición simbolizó como nada el violento enfrentamiento entre Oriente y Occidente, la lucha frente al poder supremo romano. Esta atrevida regente consiguió mantener la independencia de su reino durante seis años frente a la omnipotente Roma.
Invasiones y terremoto
Su política de expansión desató sin embargo la ira del emperador romano Aureliano, que lanzó, en 273, una campaña militar contra esta provincia rebelde. Zenobia fue derrotada, capturada y exhibida como prisionera con gruesas cadenas de oro en un desfile triunfal. En 634, Palmira fue tomada por los musulmanes y en 1089, totalmente destruida por un terremoto. Sus ruinas se convirtieron entonces en un refugio paralos beduinos hasta que una misión arqueológica iniciada en 1924 rescató del olvido a la depuesta reina.
Impregnada del alma de Zenobia, que se enfrentó al poder invencible de Roma, sus milenarias piedras desafían al viento y al tiempo, demostrando al mundo su invencibilidad e inmortalidad. O bien, quizás Palmira sea realmente un espejismo. Desde la fortaleza árabe que domina el valle de la reina del desierto, el espectador queda totalmente prendido de su hechizo. Al anochecer, la luz dorada que envuelve las ruinas de la ciudad en una delicada tela de oro habla en una visión aun más etérea e impalpable de lo que queda de esta brillante civilización milenaria. Como la estrella que cayó en la Tierra al nacer Zenobia, parece que Palmira nos ofrece ahora el reflejo de su antiguo brillo.
CAFÉ BAGDAD 66
A una distancia de 135 kilómetros de Damasco y 105 kilómetros de Palmira, en medio de la nada, se halla un café insólito. Un cartel inclinado por el viento del desierto señala: Café Bagdad 66.
A algunos metros, una casita de piedra con un portal donde se puede tomar el café recuerda sin duda a la película ‘Bagdad Café’, dirigida por el alemán Percy Adlon y protagonizada por Marianne Sägebrecht. A diferencia de lo que cuenta la película, la maquina de café no está defectuosa y los dueños no son nada agresivos. En el Bagdad Café se respira tranquilidad y se puede disfrutar tanto del delicioso brebaje sirio como de la hospitalidad de sus encantadores empleados. Unos beduinos mantienen esta atracción turística y venden productos de artesanía: collares, telas, piedras, postales y ropa tradicional. Y no esperan ni un minuto para proponer al turista una sesión de disfraces en trajes típicos para la obligada fotografía de recuerdo. A unos metros de este insólito lugar de descanso, se hallan los hogares de los beduinos. También aquí se manifiesta su gran hospitalidad y dejan a los curiosos entrar en sus casas y tiendas. A diferencia de los actores de la obra cinematográfica al que el café hace referencia, los beduinos mantienen siempre su puerta abierta para el extraño extranjero que pasa por sus tierras.
Recomendaciones
Cuando el sol empieza a despedirse, se recomienda a los viajeros experimentar el hechizo de Palmira desde las alturas de la fortaleza árabe Qalaat Ibn Maan, construida en el siglo XVII encima de una montaña. Desde allí se puede admirar cómo los cálidos reflejos del sol envuelven la ciudad.
- Museo Arqueológico: Los arqueólogos rescataron Palmira del olvido en el siglo XX. Sus descubrimientos se encuentran en el Museo Arqueológico, cerca de las ruinas.
- El valle de las tumbas: Al salir de la ciudad, en las montañas, se halla el famoso valle de las tumbas, de las que destacan dos tipos: las construidas con forma de torre y las que están en bóvedas subterráneas. En ambos casos, se trata de tumbas colectivas.
Date de publication: Novembre 2016. Photos et texte: tous droits réservés