Renaciendo de sus cenizas
RUSIA: Como el fénix que renace de sus cenizas, Rusia está recuperando el protagonismo en la escena internacional que había perdido después de la disolución del Imperio Soviético
La ex superpotencia nuclear ha recuperado el rango de los países líderes que dirigen el mundo, al presidir la mesa del G8, el club de los ocho países más industrializados. La Rusia de Putin ha demostrado en los últimos meses que se perfila como una superpotencia energética, disponiendo de voz propia en el concierto de las potencias. Thomas Gomart, el director del programa Rusia/Comunidad de Estados Independientes del Instituto Francés de Relaciones Internacionales apunta los tres factores que explican la recuperación del protagonismo ruso en la escena internacional: « de 1991 a 2001, Rusia pierde su influencia, pero desde la llegada de Putin al poder, se puede observar un nuevo periodo de influencia debido a una estabilización interior, un proyecto de política exterior enfocado hacía la restauración de la superpotencia rusa en la escena internacional y los precios energéticos que hacen fluir en Rusia los petrodólares, dotándola de medios de los que carecía en los años 90 ».
La Rusia de Putin ha salido del endeudamiento crónico que caracterizaba la de Boris Yeltsin. Según la Dirección General de la Energía de la Unión Europea, la deuda exterior de Rusia ha pasado de 173 billones de dólares en 1998 a 124 billones en 2002, reduciendo de manera considerable su dependencia financiera respecto sus acreedores internacionales. Asimismo, hace desaparecer la imagen de una economía consumida por la corrupción en estrecha dependencia de la ayuda occidental. Putin y su equipo de chekistas, antiguos agentes de la todopoderosa KGB, se encargaron de poner fin a la imagen de debilidad que había dejado Rusia cuando Yeltsin dirigía el país. La liberalización de la economía había dejado puertas libres a todo tipo de corrupción.
Los vientos de democracia que soplaban en los años 90 se detuvieron a la llegada del ex agente secreto Vladimir Putin, que con su política de mano dura, restableció el Estado autoritario, eliminando poco a poco los nuevos centros de poder que se habían formado en el país.
Control del Estado
Deseoso de borrar la imagen negativa de Yeltsin, considerado un hombre débil y enfermo que se había forjado una reputación de ‘alcohólico’ a nivel internacional, Putin, el hombre que salió de la sombra, puso fin al caos reinante para acabar con las humillaciones sufridas por la caída del otrora poderoso país. Poco a poco, el equipo de Putin apartó a los ‘enemigos’ del Estado recuperando el control sobre las grandes empresas. ¿La receta secreta de Putin? Introducir un liberalismo autoritario que debía servir para hacer salir a Rusia del atolladero, « con aspiraciones de recuperar su papel protagonista en el liderazgo internacional.
Rusia en las relaciones internacionales no se considera a sí misma como cualquier otro socio sino más bien como un aliado de primer nivel », destaca Richard Youngs, coordinador del programa de Democratización de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior.
Esta ambición tiene raíces muy ancladas en la historia de Rusia. Thomas Gomart explica que existe una « estrecha asociación entre el prestigio del Estado y del Ejército: tanto en la época imperial como en la época soviética, los objetivos militares pasan por encima de todos ».
El poder actual de Rusia cumple con esta tradición histórica, ya que Putin ha restablecido en las antecámaras del poder a la élite militar. Después del derrumbamiento de la Unión Soviética, el desmantelamiento de su poderoso arsenal militar acabó por desintegrar el pilar principal que sustentaba al país como superpotencia, lo que la condujo a una profunda crisis de identidad, al no poder seguir definiéndose a través de su potencial militar. El emprobecimiento de la población rusa, las dificultades económicas y la perdida de su imperio fueron un duro trago para la ex superpotencia. Por ello, desde entonces se fue extendiendo en los círculos militares la tenaz ambición de recuperar la fuerza militar del país, que según Christopher Langdon, director del Departamento de Análisis sobre defensa del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en Londres, « resulta de una importanciafundamental para sustentar el orgullo nacional de Rusia ».
Doctrina militar rusa
Para el mantenimiento de este orgullo nacional resultaba esencial el mantenimiento del control sobre su propio espacio, como se puso de manifiesto en el conflicto que estalló en Chechenia en 1994. La proclamación unilateral de su independencia provocó una ofensiva militar en Chechenia por parte de las tropas rusas. En la primera doctrina militar que Rusia adoptó en 1993, Moscú declaró que los estados de la CEI eran su herencia natural y reclamó su derecho de proteger a los 25 millones de rusos que vivían en el ‘extranjero cercano’. En marzo de 1993 el presidente Yeltsin declaró ante las Naciones Unidas que el ‘extranjero cercano’ formaba parte de la esfera de interés de Rusia, reivindicando que su país fuese considerado como garante de la paz y la estabilidad en esta región. El proceso de negociación de la OTAN con Estados del antiguo Pacto de Varsovia con el objetivo de integrarlas en sus nuevas estructuras, no tardó en despertar en Rusia antiguos temores.
Se sentía amenazada en su fronteras por la ampliación de una organización concebida como instrumento de defensa durante el enfrentamiento bipolar. Históricamente, Rusia no pudo aceptar tampoco la pérdida de control de un espacio geoestratégico que consideraba de su directa y exclusiva influencia. La reciente guerra del gas que estalló a principio de 2006 ilustró esta postura. En consecuencia, frente a las veleidades de independencia de las antiguas repúblicas soviéticas hacía Moscú, el Gobierno ruso decidió utilizar como arma su potencial energético para hacer presión sobre ellas. Decidió romper el acuerdo de favor alcanzado con ellas para conceder tarifas especiales sobre el suministro de gas. En desacuerdo con la política independentista y de acercamiento a la OTAN de las antiguas repúblicas y especialmente de Ucrania, Moscú decidió venderles el gas ruso a precios del mercado mundial como represalia política. Esta medida desató una verdadera guerra entre Ucrania y Rusia. Kiev respondió con la amenaza de revisar el tratado firmado con Rusia sobre la base de la flota del Mar Negro en la región de Crimea así como sobre las estaciones de radares de Múkachevo y Sebastópol, destinadas a prevenir ataques de misiles.
El gas como arma estratégica
El conflicto del gas enseñó al mundo occidental que Rusia estaba dispuesta a utilizar el gas y el petróleo « como armas para fortalecer la presencia de Rusia en el ámbito internacional », apunta Richard Youngs. Según Thomas Gomart, Rusia utiliza la energía como un arma de disuasión, tal y como si se tratara de un arma nuclear: « Rusia tiene la tendencia de utilizar sus reservas energéticas y, sobre todo, el control sobre las rutas de exportación como un arma diplomática, como lo ilustró la interrupción del suministro de gas a Ucrania a principios de año.
Putin intenta instaurar una nueva política de disuasión energética. Quiere perfilarse como la superpotencia energética, especialmente en el área petrolífera y gasista, pero también en la nuclear ». Disponiendo de un porcentaje considerable de las reservas mundiales de producción de petróleo pero sobre todo de gas, Rusia se ha convertido en un actor energético de primer plano. La compañía estatal Gazprom es ahora la principal productora de gas del mundo, sirviendo fielmente a los intereses del Estado ruso. No hace falta destacar que el director de Gazprom es un hombre de la máxima confianza de Vladimir Putin. Europa depende en un 25% del suministro de gas del gigante ruso. Disponiendo de la mayor red de gasoductos del mundo y contando con el 16% de las reservas mundiales, Gazprom tiene una capitalización que la sitúa escasamente por detrás de Exxon Mobil o General Electric. La energía no solamente ha permitido a Rusia convertirse en un interlocutor de importancia en la escena internacional, sino que también le ha servido para generar una fuente de riqueza que la dota de ingentes medios financieros para sus ambiciones militares.
Un presupuesto militar creciente
El presupuesto militar ruso se ha beneficiado de esta tendencia. A pesar de la opacidad que existe acerca del presupuesto militar ruso, según Thomas Gomart se estima, que « Rusia gasta sumas comparables a lo que gasta Francia o Gran Bretaña en el ámbito militar ». Utiliza este presupuesto para desarrollar nuevos sistemas de armamento y modernizar su Ejército. « Ha necesitado tiempo para recuperarse porque hasta hace poco no tenía medios suficientes para llevar a cabo un proceso de reforma eficaz. Entre 1996 y 2001, intentó reducir el número de sus fuerzas. Ahora, el Gobierno ruso está llevando a cabo un programa de profesionalización de su Ejército con el objetivo de crear hasta 26.000 puestos adicionales », señala Langton.
En el ámbito nuclear, Rusia está construyendo actualmente nuevos equipamientos, con el objetivo de emanciparse de su dependencia de las estaciones de radares con base en Azerbaiyán, Kazajistán, Ucrania y Bielorusia. La cuestión nuclear sigue siendo un tema de preocupación, para Rusia ya que Estados Unidos ha creado un nuevo sistema de defensa antibalístico. Según Christopher Langton, « EE UU está desarrollando este sistema no solamente para sí mismo, sino también para Japón. Por ello, el Gobierno ruso decidió adoptar las medidas para contrarrestarlo ». Después de la decisión de George Bush de desplegar su sistema nacional antimisiles, Moscú manifestó sus preocupaciones de que el escudo nuclear pudiera estar dirigido contra Rusia, pese a sus nuevos lazos con Washington.
Además, EE UU está cambiando la lógica de la disuasión nuclear vigente hasta ahora para introducir la posibilidad de utilizar microcabezas nucleares. Esta modernización desató fuertes críticas por parte de Rusia que firmó en 2002 con Estados Unidos el Tratado de Moscú previendo la reducción de sus cabezas nucleares estratégicas a 1.700-2.200. Christopher Langton opina que los rusos no percibían estas armas realmente « como una amenaza para sí mismos, sino que no están de acuerdo en que Washington instaure dobles raseros, pidiendo por un lado la reducción del programa nuclear de algunos estados mientras por otro lado continua desarrollando el suyo ».
« Rusia quiere enseñar al mundo que tiene su propia política exterior », apunta el director. Washington, por su parte, no ve con buenos ojos la política de Rusia con China e Irán, su tercer cliente en armamento. « El dossier iraní ha puesto a Rusia en el corazón de la actualidad, reservándole una rol de mediador, debido a su contribución directa a las actividades nucleares de Teherán », según Gomart. Rusia desarrolla también lazos estrechos con China en el ámbito militar. Para los expertos rusos, Moscú no ha dejado de ver el mundo en términos de lógica de bloques y según Thomas Gomart, « utiliza el comercio de armas como principal palanca de influencia », especialmente en Oriente Medio. Esto molesta cada vez más a Washington que se ve contestado en su concepción unipolar de las relaciones internacionales.
Thomas Gomart explica que Rusia dispone de siete pilares de poder, « por su pertenencia al Consejo de Seguridad de la ONU y su presencia en las grandes instancias internacionales », su posición geoestratégica compartiendo fronteras « con 16 países », « su arsenal nuclear que le permite mantener una relación singular con EE UU en el marco del Tratado de desarme, su potencial energético », « su cooperación militar » y « su papel como tercer abastecedor de armas del mundo », « un ‘softpower’ basado en el uso del ruso en el espacio post-soviético » y finalmente « su reciente capacidad de invertir en el extranjero ». Este desarrollo hace de Rusia un socio incontestable en el tablero de las relaciones internacionales, convirtiéndola sin duda en una ex potencia que está renaciendo de su cenizas como el ave fénix.
Article publié en juillet 2006. Texte: tous droits réservés